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das Mystische 2.1

Ars Electronica

Ars Electronica Pronosticar cómo será el arte del futuro, el arte electrónico del futuro, es una tarea extremadamente arriesgada para la que no dispongo, me temo, de suficientes elementos de juicio. Cambia uno de pasatiempo y acaba más descolocado que un bikini de dos piezas extraviado en las heladas estepas de Siberia. Es una cuestión de reglas. Andaba repasando los materiales de estudio, los diversos apuntes de la investigación, pero los apuntes, a veces, no se corresponden en nada con lo observado; lo observado, en algunas ocasiones, tiene un aspecto bastante sospechoso. ¿Qué clase de objeto -me pregunto- es una interfaz que utiliza las ondas cerebrales para controlar las funciones de un ordenador? ¿Cómo revela este objeto la Verdad de su desvelamiento alejada del concepto científico y de la adecuación objeto-sujeto? ¿Cuándo sabemos, ante su sola presencia, que nos encontramos realmente ante una obra de arte? Una primera aproximación ya revela, sin intermediación previa de guiños teóricos o de zancadillas conceptuales, lo complicado del asunto. Me sitúo (imaginariamente) ante una exposición de coches cuya velocidad es generada por la simulación del ruido del motor por parte de los participantes. Esta exposición ¿qué clase de significación anticipa? ¿Cómo sabemos con exactitud que no estamos ante una simple competición deportiva animada por hooligans cantores? Lo reconozco: posiblemente tardaré algún tiempo en acostumbrarme. Ars Electronica, el célebre festival austriaco, celebra con la presente edición sus primeros 25 años, pero a estas alturas no logro entender porqué se habla allí de Arte Electrónico y no de Arte y Electrónica; no acabo de situar algunos objetos que se presentan ante mí como si fueran cosas simples, útiles o herramientas. Será el futuro que se asoma a lo posible con ese grado de libertad del que esperamos tantas novedades. "El objetivo -ha declarado Gerfried Stocker, director del festival y del Ars Electronica Center- es utilizar la rica historia de Ars Electronica para estimular un diálogo sobre el futuro". ¡Quién sabe! En un escrito de introducción para una serie de programas de televisión dedicados al net.art, del espacio Metrópolis de TVE, José Luis Brea escribía, hace un par de años, lo siguiente:

El presente verdadero es sobre todo la tensión que abre lo que hay en su incertidumbre hacia lo posible, hacia un porvenir indefinido, hacia el futuro. Así, todo arte de su tiempo es, necesariamente, pregunta (y videncia) por lo que habrá de venir, por lo indecidido. Los tiempos en que el arte era monumento a la memoria y el recuerdo, o testimonio de acumulación secular de los hallazgos de lo humano han quedado atrás. Para la nueva cultura, en efecto, es el futuro el único horizonte de saber. Lo que importa es el valor interpretativo que las producciones culturales poseen de cara a su capacidad para producir el futuro, el porvenir.

Quizás el valor interpretativo, cegado por la potencia luminosa de distintos aparatos conectados, no necesite ya de entes desocultados brillando a la luz de una especial objetividad; puede que la luz de estos aparatos sea tan poderosa que baste sólo con el desarrollo de su propia energía para producir el futuro, el porvenir. Aunque también pudiera ser que, ante dicha demostración de potencia, el valor interpretativo del arte del futuro no fuera más que el anuncio inminente de un apagón portentoso, de una crisis energética. No obstante, con los apuntes encima de la mesa, tampoco puedo aportar mucho más a este incipiente debate: mis pilas son demasiado antiguas como para jugar con ellas al novedoso juego del Oráculo. Eso sí, puedo pasar la hoja con cuidado y aprovechar la oportunidad que se me brinda para continuar citando; ustedes sabrán disculparme, pero el proceso riguroso de investigación tiene estas cosas. ¿Controlar las funciones de un ordenador, decíamos? Como escribió en su día Félix de Azúa la potencia simbólica de la obra de arte es inexplicable con la metodología de las tecnociencias. ¿O es que estamos hablando únicamente de enchufes y electricistas?

2 comentarios

pini -

mi vinculación con el arte no es de museo -aunque me guste visitarlos-
más que la obra, me atrae "el hacer".
y te diré, modestamente, que cuando veo al electricista trabajar -él sabe que lo estoy observando y siempre me repite que terminaré de ayudante suya- lo admiro.
igual que al piletero, cuando logra transparentar el agua a punto que todo lo turbio precipita y pronto lo retira, y me escucha decirle "grande Adams".
ni te cuento, el jardinero, al podar una hilera de lambertiana o un boj, con una tijera que se confunde con sus manos, formando una sola pieza.
ese hacer vocacional, amoroso, es arte para mi, y delicia para mis sentidos.
ahora, si estoy frente a un cocinero, que con delantal y cuchilla en mano filetea, y da forma al manjar, y me lo ofrece, eso supera al arte, y ya me enamora.

perdón, de qué estaban hablando?

itn -

Aun ahora se empieza a volorar el arte elaborado con una innovación tan antigua como la televisión (video más bien) como para esperar grandes progresos con otra "novedades".

Mira que perdí horas de sueño por ver Metrópolis, pero merecía la pena. Una vez leí que la media de tele-espectadores de Metrópolis era de 200000, desde entonces negué que yo viese tal programa, uno tiene su reputación....